A diferencia de Bogotá, que se encuentra a 2.640 m sobre el nivel del mar y suele ser un poco más fresca, en Pitalito hace un calor abrasador, incluso en el punto de encuentro de emergencia hay una palmera.
El camino desde el aeropuerto hasta San Adolfo lleva mucho tiempo – varias veces la carretera se encuentra cerrada. Una y otra vez se forman colas de camiones y motos delante de nosotros. Así tenemos al menos un poco más de tiempo para observar los alrededores. Por ejemplo, vemos una enorme plantación de monocultivo; obviamente, aquí se cultiva café para el comprador mayorista Nestlé. Qué diferente parece este cultivo sin los hermosos árboles de sombra que «nuestros» cafeteros tienen por todas partes. Monótono y desolado, Nestlé tiene un cafeto tras otro: aquí no hay lugar para la diversidad de la naturaleza.
Llegamos al laboratorio de café de la cooperativa tostadora de San Adolfo bastante tarde, saludamos y miramos un poco. Andrés, de la cooperativa, obviamente ha esperado de más con el tueste para que coordinemos qué grado de tueste prefieren los importadores para las pruebas. Como nuestra llegada se ha retrasado mucho, le espera una larga noche tostando las distintas muestras de café de forma individual. Un solo tueste dura entre 15 y 25 minutos y al día siguiente degustaremos 12 muestras.
Mientras Andrés se dedica al café, nosotros vamos a una pizzería cercana y nos hacemos amigos de los chicos del lugar. Están visiblemente encantados con nuestra visita – probablemente no es tan frecuente que un grupo de personas más grande y algo torpe se tropiece con el local y se sorprenda de que cuando pide una pizza haya «sólo» una porción de pizza en el plato.
Pasamos la noche con los agricultores de la cooperativa.
